El caballero, el brujo y la princesa





Escuchaba esta canción cuando empecé a escribir este relato. Aun estas en mis sueños de Rata Blanca del disco "La llave de la puerta secreta".  Así que recomiendo leerlo escuchando esta hermosa canción, preferentemente de noche.
Los dibujos son de Fer Manavella. Un talentoso escritor que conocí en Facebook.





    Cien años pasaron desde que el caballero abandonara su ciudad y regresara esa tarde de primavera. Había viajado miles de kilómetros, recorrido ciudades, pueblos, había navegado mares y penetrado en los más tenebrosos terrenos. Había enfrentado monstruos. Criaturas del infierno, de pesadillas que aun arrastraba. Se había vuelto un héroe. Una leyenda.
 Todo eso era pasado, y ahora miraba hacia adelante, ya estaba a unos pasos de su ciudad.
El caballero, sin embargo, cegado por su misión, perdió la noción del tiempo. Trataba de recordar cómo fue que empezó aquel glorioso viaje que lo había convertido en una leyenda. "El brujo secuestro a la princesa", de a poco los recuerdo regresaban a su cabeza, como si fueran estrellas que de a poco aparecían en el cielo. 
Estaba a sólo metros de su ciudad, en un verde césped, junto al lago donde él se bañaba de niño. El caballero sintió un fuerte dolor en la cabeza. "Hace un año, el brujo maldito se llevó a la bella princesa, hicimos un pacto de sangre ante los dioses, me dio una lista. Las tareas que debía realizar, sólo entonces la liberaría. Todo término, cada una de las tareas las he cumplido."
Los recuerdos seguían apareciendo. El caballero saco la lista de las tareas y empezó a repasar una por una, en total había cumplido noventa y nueve tareas. Cada una más peligrosa y difícil que la anterior. Se inclinó y miro al cielo, su pelo rubio, su rostro noble resplandecía, pronto estaría con su amada. En aquel verde paisaje tendría que esperar. 
Esperaba la llegada de aquel ser oscuro y malvado. Pasaron varias horas, interminables y dolorosas horas. El caballero esperaba furioso e impaciente, empezó a desesperarse, con los puños golpeo el suelo, siguió golpeando con toda su fuerza hasta lastimarse. Mientras miraba el suelo, una sombra cubrió su sombra. 
El caballero despacio fue levantando la cabeza hacia arriba, parecía como si la sombra saliera del suelo, siguió mirando hacia arriba hasta encontrar un rostro lúgubre que lo miraba.
—Hola, mi estimado. Te noto consternado, ¿sucede algo?
—¡Maldito! —grito el caballero—. Termine las tareas. Tu lista infernal esta completa. La princesa. Dime. ¿Dónde está? ¡Libérala!
—Terminaste noventa y nueve tareas en total. ¡Bravo! —El brujo aplaudió despacio—. Increíble, sabía que lo harías, pero no te sientas tan orgulloso todavía te queda una tarea, sé que la cumplirás, pero que sólo te traerá angustia.
—Me pediste que terminara tu lista y así lo hice. Hicimos un pacto de sangre, un pacto ante los dioses. ¿Te atreverías a romper un pacto hecho ante los dioses? Eres un iluso si crees que podrías escapar de una traición tan alta. Ni siquiera tu podrías.
—Es verdad, un pacto de sangre ante los dioses, no puede romperse y si se hiciera, sólo traería desgracia a quien lo hiciera, lo sé muy bien, estuve aquel día. El día del primer pactoEl brujo empezó a caminar alrededor del caballero que se puso de pie—, pero debo decirte que tu amada princesa ya no está aquí, murió hace veinte años. Desde tu partida, pasaron cien años.
—¡Mientes, maldito! —grito enfurecido el caballero.
El caballero saco su espada y se lanzó sobre el brujo. La espada quedo a sólo unos centímetros de la garganta del malvado ser oscuro que no se movió. 
El caballero sintió como su cuerpo se entumecía hasta quedar duro como piedra.
—Hace cien años pensé que había quedado claro esto. No puedes matarme, no tienes lo que hace falta y no lo tendrás, a menos que yo te lo de. Sin embargo, mi estimado, creo que mereces una explicación. Esta es una larga historia, pero quien ha estado cien años esperando puede esperar un poco más.







El brujo miro el rostro de dolor del joven héroe. Con un dedo acaricio la punta de la espada que aun apuntaba hacia él. Sintió como le cortaba la piel, miro como la sangre salía del dedo y se lo metió en la boca. Saboreo su propia sangre e hizo un gesto incomprensible.
—Afilada, muy afilada. Esta espada hoy es legendaria, ¿ya le pusiste un nombre? —El caballero apretaba los dientes, pero no había caso, su cuerpo no respondía—. Cierto, no puedes hablar, después me lo dirás. Bueno, basta de charla innecesaria, vamos a lo nuestro.
El brujo estaba vestido totalmente de negro, con una larga túnica que caía hasta el suelo, realmente parecía ser una sombra. Su rostro era pálido, con una piel blanca como la nieve. Su lúgubre rostro daba miedo, aunque también mostraba una sabiduría insondable.
—Todo empezó con un sueño. Los sueños de los brujos son distintos al de los humanos, guardan un enorme significado, a veces vemos el futuro, a veces el pasado. Nuestros sueños no son sucesos sin sentido, cada sueño guarda un enorme significado, cada sueño tiene repercusión, en cada uno de los seres de esta tierra. Mi sueño, sin embargo, esta vez, no mostraba nada sobre algún habitante de la tierra, este sueño tenía que ver directamente conmigo. 
«En mi sueño vi a la princesa. A la hermosa princesa, heredera de este reino, hija de un poderoso rey y futura esposa de un joven y prometedor caballero. Tratando de averiguar que me deparaba aquel juvenil rostro, pase días y días junto a ella haciéndome pasar por un plebeyo. Paso un tiempo sin que yo pudiera descubrir nada. Así que decidí secuestrarla, comprendí que solo estando todo el tiempo con ella entendería que pasaba, pero, estabas tú todavía merodeando por ahí. No fue difícil convencer a un guerrero orgullo, que soñaba con convertirse en una leyenda. Prepare esta lista de tareas, con los retos fallidos de anteriores guerreros, cualquiera de estas tareas traería gloria a cualquier hombre y como era de esperarse: Aceptaste. 
«Cuando tú ya no estabas ahí para molestar, me dedique a la princesa, en saber qué es lo que necesitaba de ella. Durante mucho tiempo ella sólo lloraba. Día y noche lloraba, se sentía el ser más desdichado sobre la faz de la tierra al estar encerrada en mi calabazo. Con un ser malvado como yo, pero un día dejo de llorar. Le conté de tus primeras victorias y en su corazón empezó a crecer la esperanza de que tu volverías por ella
«Poco a poco su humor mejoro, hasta que un día ella sonrió.»
«La princesa sonrió y vi el paraíso que se le niega a los seres como yo.»
El brujo hizo una pausa. El caballero hizo un minúscula mueca, un pequeño gesto de burla.
—¿Te causa gracia? Un brujo deseando lo que no debe y lo que jamás podría tener. Si, parece un chiste. Bueno, ese fue el momento en el que comprendí que es lo que estaba pasando, trate de ser más agradable con ella y empezamos a hablar. ¡Como disfrutaba nuestras charlas! Yo le contaba sobre los orígenes del universo, sobre la muerte, sobre la vida y ella me contaba cosas tan sencillas, tan simples que habían sido ajenas a mis ojos acostumbradas a desentrañar lo inexplicable, lo imposible y complejo. 
«Empecé a desear estar con ella, un brujo como yo tiene cientos de tareas que atender. Yo las había dejado de lado, cada minuto que estaba lejos de ella, cada segundo que estaba fuera del calabazo, era un dolor insoportable. Así es amigo, me enamore de la princesa. Tú te preguntarás, ¿por qué no la hechice? Lo hice, cada hechizo de amor que alguna vez usara un brujo, lo use en ella, invente complicadas brujerías que casi me costaron la vida, buscando el embrujo ideal, el que pudiera hacer que ella sintiera por mi lo que yo sentía por ella. Nada funciono, tu hermoso rostro aparecía a cada instante, contra el amor que ella sentía por ti no había magia que pudiera. Revisaba sus sueños, sus pensamientos y siempre estabas tú.
«Hasta que un día en qué caí en la cuenta de que si existía una fuerza capaz de acabar con ese amor, algo tan simple, tan sencillo, que escapaba a mis ojos todavía nuevos en esto. La única forma de acabar con el amor era, mi estimado caballero: el amor.
«Sólo un nuevo amor podría acabar con el viejo amor. Pero había otro problema, mi aspecto lúgubre, no podría hacer nada con tu bello rostro. Investigue por supuesto, y me di cuenta que en el amor, no todo es belleza, durante unos buenos años, viaje de pueblo en pueblo, descubriendo como cortejar y conquistar. Seguí sorprendiéndome, descubriendo la vida, la sencillez oculta a mis ojos. Iba de baile en baile, de pueblo en pueblo, emborrachándome y aprendiendo. 
«Todavía recuerdo como si fuera hoy la primera mujer con la que hice el amor, una hermosa joven, que había estado con la mayoría de los hombres de aquel pueblo, por supuesto que yo solo fui un espectador, ella hizo conmigo lo que se le antojó.
«Luego de ella siguió otra y otra, tantas que he perdido la cuenta de las mujeres con las que he estado. Me entregue totalmente a la lujuria, pero todo fue por mi causa, por la princesa.
«Tome otra decisión, que para cualquier brujo sería considerada una locura. Saque a la princesa del calabozo, le demostré que no era una amenaza para ella y ella confió en mí.
«Juntos íbamos a divertirnos y emborracharnos. La pasábamos de maravilla. De fiesta en fiesta. Hasta que un día, después de una hermosa fiesta, bajo la luz de la luna ella me dio un beso. Así, mi querido caballero, ella se enamoró de mi. Abandonamos mi oscura guarida, y fuimos felices. Durante años, sentí lo que era el amor, sentí por primera vez mi corazón latir, fue algo que nunca, pero nunca hubiera esperado: ser un hombre común y corriente. 
«Cuando nos perseguían con flechas y antorchas, cuando nos arrinconaban. Nosotros nos besábamos, nada más nos importaba, pero sabíamos que no habría lugar en la tierra en donde pudiéramos estar en paz, mi pasado me condenaba, tome otra decisión. Un día le dije "Yo seré rey y tu serás mi mujer, la reina, pero eso no será en esta tierra", decidí romper el hechizo que evitaba ella envejeciera hasta tu regreso. A partir de ese día, sus días volvieron a correr y yo fui testigo de cada una de sus arrugas y de cada cana que apareció en su cabello negro. Fui testigo de cómo su cuerpo iba deteriorándose por el paso del tiempo, y estuve con ella en su último suspiro, sujete su mano y sentí como la vida la abandonaba. Cerré los ojos, la vi cruzar la puerta y hacerme una seña para que la siguiera, pero no pude, no hasta que tú regresarás.
El brujo hizo un movimiento con los dedos. El caballero sintió como se iba el entumecimiento de su cuerpo, estiro un poco los músculos e hizo unos movimientos giratorios con el cuello. El caballero sentía una furia en su pecho, una furia que ardía y lo consumía, quería atravesarlo con su espada. Había algo más poderoso que no se lo permitía, faltaba una tarea más. La tarea cien era la que le traería la gloria eterna con o sin princesa.
— ¿Cuál es la última tarea? —pregunto el caballero.
—Oh, mi querido y orgulloso caballero. Déjame preguntarte algo. ¿A cambio de darte la gloria de la última tarea resignarías a la princesa?
—Tú sabes la respuesta.
—Por supuesto que la sé, busca en la lista que te di.
El caballero desenrollo aquel viejo pergamino y vio como aparecía la ultima tarea.



—Durante incontables siglos, he desparramado el germen del mal en esta tierra, he destruido ciudades y civilizaciones. No existe hombre, ni reino, ni pueblo que no conozca mi nombre. La tarea cien te traerá la mayor de las glorias, serás el más grande héroe de todos los tiempos. Serás el asesino del mayor mal sobre esta tierra, la tarea fallida de tantos héroes.
«Hace veinte años que esperó tu regreso caballero, desde que la perdí, sólo tú podrás reunirme con mi amada. Me he dado cuenta que sólo hay una cosa que no puedo hacer y es quitarme la vida. Por eso te necesito caballero, recibe la gloria y mátame de una vez.
—Me quitaste lo que más amaba, mereces morir, lo hare con el mayor de los placeres, no es así como debe ser, pero de todas formas lo hare. Y voy a disfrutarlo. Créeme que lo hare. 
 —A tus ojos tal vez lo merezca, pero, ¿tú qué sabes de la vida? A partir de ahora empezarás a vivir, vivirás con la gloria de haber cumplido las cien tareas, vivirás con la gloria de haber librado al mundo de mi amenaza, eso es más que suficiente para ti o para cualquier otro hombre. En este juego todos ganamos, no es momento de que pienses en asuntos de moral, si no me matas ahora encontrare a otra persona que lo haga y tu cruzarás la puerta que lleva a la otra tierra y ten en claro esto caballero:  Ella no te espera a ti.
—Mientes, ella nunca podría amar a alguien como tú. Te matare y buscare la forma de traerla a la vida.
—No existe forma de traer a la vida a nadie, tal vez puedas rejuvenecer su cuerpo muerto, pero sólo sería un bello cadáver, una vez que cruzas la puerta, no hay vuelta atrás. Mi paciencia se acaba, elige. Vives y te quedas con la gloria o mueres como otro héroe que no pudo conmigo.
El caballero miro fijamente al brujo y le puso la espada en la garganta. El brujo sonrió.
—Entonces, caballero. ¿Tendrás el valor de matarme y ser el héroe de las cien tareas? O bien, te mato yo, busco a otra persona y tú sólo serás el caballero que se quedó sin la gloria, ni la princesa. Te diré algo más. ¿Sabes por qué te espere? ¿Por qué te espere a ti y no busque a alguien más? Cuando la princesa murió, decidí seguirla, no quería esperar, quería estar con ella lo antes posible, pero también pensé en ti, sentí pena de haberte enviado tan lejos, de haberte quitado a tu amor.
—No quiero tu pena, no la necesito.
—No es algo que tú puedas elegir o cambiar, tú me odias, es lo que sientes por mí y yo no puedo cambiar eso. Siento pena por ti y tú no puedes manejar lo que siento. Dime, caballero, ¿la amabas?
—Con toda mi alma, cuando intentaba terminar tu maldita lista, cuando me enfrentaba a las criaturas más aterradoras que cualquier hombre hubiera visto en la peor de sus pesadillas, cuando sentía deseos de morir o cuando mis fuerzas se agotaban, veía el rostro de la princesa. Su rostro, soñar con ella me devolvía la vida, me daba la fuerza para seguir.
Hubo silencio, durante unos segundos solo se miraron. El caballero libraba una batalla mas. Esta ves en su cabeza, también había soñado con aquel momento en el que tendría a su merced al brujo. Sería la mayor de las glorias, pero como él había dicho, la última tarea le traería sólo angustia, no era eso lo que quería, sentía que iba a ser una falsa victoria, sería el héroe, pero no tendría a la princesa, comprendió que no importaba la lista, que dejaría todo solo por volver a verla una vez más.
 —Esta es tu victoria brujo, esta es la mayor de tus victorias, admito mi derrota.
—En cuanto yo muera, lo días empezaran a correr para ti. Sólo recuerda esto caballero. Nadie puede y nadie debe vivir sin amor
El caballero atravesó la garganta del brujo. La sangre de un color oscuro que salía como una catarata empapo su rostro. El cuerpo del brujo se retorcía con espasmos de dolor, sin embargo su rostro mostraba una sonrisa. El mundo tembló en aquel momento. Un miedo recorrió a cada ser de la tierra.




El caballero de las cien tareas solo vivió para la guerra, se convirtió en el héroe más grande de la tierra. No había persona que no supiera su nombre. Se convirtió en un héroe solitario, nadie sabía el dolor que cargaba en su corazón.
Nunca más busco el amor, ni consuelo en ninguna otra mujer, con el paso de los años comprendió su error, pero ya era tarde, no podía volver el tiempo atrás, no existía fuerza que pudiera. Murió pensando en la princesa, en que tal vez, todavía podría estar con ella, soñaba con realizar una tarea más, la de recuperar su amor.









Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Sin duda se ha convertido en unos de mis relatos favoritos, gran historia.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Iniciativa: Seamos Seguidores

Un astronauta y una bruja - Relato

El bufon y el caballero